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La juventud universitaria, un territorio en disputa

Publicado el junio 13, 2023 en 8:50 am por / Comentarios desactivados en La juventud universitaria, un territorio en disputa


Alejandro Álvarez Gallego
Rector
Universidad Pedagógica Nacional

Columna Publicada

9 de junio de 2023

El pasado 6 de junio, en Bogotá, el grupo Prisa —que agrupa, entre otros medios de comunicación, a Caracol RadioW Radio y los diarios As y El País— llevó a cabo el foro “Seguridad y territorio”. Durante toda la mañana se escucharon las voces de importantes representantes de los gremios económicos, de la iglesia, el Defensor del Pueblo, el director general de la Policía, el ministro de Defensa, la alcaldesa de Bogotá, gobernadores y alcaldes de ciudades intermedias, líderes políticos y representantes de centros de estudios especializados en temas de seguridad, conflicto y derechos humanos. Se hicieron importantes diagnósticos, denuncias y propuestas sobre la seguridad, el conflicto armado, la violencia y la paz. Fui invitado para expresar la voz, de una universidad que, como otras, ha estado atravesada por la violencia. A continuación, resumo el planteamiento que hice en dicho foro.

Las universidades no somos ni ollas de microtráfico ni nido de guerrilleros. Somos centros de pensamiento, de producción de conocimiento, innovación, arte, ciencia, cultura y tecnología. Construimos futuro. Ciento cincuenta y cuatro mil profesores acogemos y formamos a casi cinco millones de jóvenes en trescientas siete Instituciones de educación superior. Pero en Colombia nuestros campus se han convertido en un escenario en el que actores armados de todo tipo hacen presencia para disputarse, no el espacio en sí, sino los cuerpos, las mentes y los corazones de nuestros jóvenes. En algunos casos, lamentablemente, lo consiguen.

De manera injusta, desde los tiempos del Frente Nacional, en la sociedad se ha instalado la idea de que las universidades públicas somos focos de generación de violencia e inseguridad. Nada más injusto. Hoy, las nuevas mafias del narcotráfico y otras organizaciones que actúan al margen de la ley ven en ellas y en los jóvenes que educamos, la posibilidad de hacer negocios, reclutarlos y usarlos para sus intereses.

¿Por qué algunos de ellos y ellas aceptan esas propuestas? ¿Por qué algunos se encapuchan y acuden a la violencia? Tal vez porque en Colombia se ha naturalizado esta forma de actuar. No es solamente la pobreza lo que les hace ceder a esos llamados; es también la idea de que es un camino legítimo para expresarse y conseguir sus propósitos.

Al fenómeno del consumo de drogas, en buena medida, están asociados los problemas de salud mental, que están aquejando a las nuevas generaciones. En una carta abierta a la opinión pública, el 20 abril de este año, madres y padres de estudiantes, egresados y docentes de una de las universidades públicas más grandes del país, señalaban lo siguiente: «La adicción a estas sustancias [psicoactivas] da origen a conflictos de todo orden, fomenta la violencia sexual, produce comorbilidades e incrementa el riesgo de actos suicidas. Es recurrente el abuso sexual contra las mujeres en el marco de estos espacios de consumo de estupefacientes y de alcohol en las rumbas. […] Sabemos también que no es solo coca y marihuana, que el comercio de anfetaminas puede ser incluso más grande». Radiografías como esta se están haciendo en muchas de nuestras instituciones de educación superior, públicas y privadas, con gran preocupación, porque el fenómeno va en aumento.

Mientras tanto, conviene que nos preguntemos qué piensa la juventud y cómo se percibe así misma. El séptimo estudio de percepción de jóvenes entre 18 y 32 años, financiado por la Universidad del Rosario y publicado en mayo de este año, nos arroja una información interesante. Si nos guiamos por este estudio podríamos decir que más de la mitad de la juventud teme por su seguridad, que no ve un futuro laboral estable, ni sabe manejar sus emociones; son animalistas y políticamente están en el centro, no creen en las organizaciones políticas y tampoco encuentran apoyo emocional en las instituciones educativas.

Pero hay un dato que anima. Ante la pregunta sobre las instituciones en las que más confían, y se les presentaron veintidós, la opción más confiable resultó ser la universidad pública con un 74 %, seguida de la universidad privada con el 61 %. En cambio, solo el 18 % confía en los influenciadores digitales y apenas el 16 % en los partidos políticos. Son datos que nos hablan de la inmensa responsabilidad que tenemos, pues ellos y ellas confían en nosotros.

Invito, en nombre de la universidad que represento, a toda la sociedad y al Estado a hacer un pacto para rodear a las instituciones de educación superior, para convertirlas en territorios de paz, a desestigmatizar y abandonar los prejuicios que se tienen sobre la juventud. Recordemos que hace poco tiempo el general retirado, exdirector de la Policía Nacional, Óscar Naranjo, reconoció ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que durante un tiempo se había perseguido injustamente a muchos jóvenes, basados en simples sospechas.

Más que estigmatizar a las universidades, hay que acompañarlas. La juventud es una población atractiva para muchos propósitos; la sociedad únicamente debe creer en aquellos que le posibilitarán reformarse. A la juventud hay que garantizarle las condiciones para que se exprese y se realice con dignidad, y las instituciones educativas pueden y deben ser un escenario privilegiado para conseguirlo.

Terminé mi intervención en el foro planteando un clamor que es cada vez más sentido. Le pedí a todos los actores armados y a las mesas en las que se negocia actualmente la paz que saquen la guerra de nuestros campus universitarios, que liberemos la esperanza que la juventud tiene en sus instituciones educativas, para ayudar así a romper el círculo vicioso de esta violencia que a veces parece eterna.